La revista digital Banca y Negocios en su edición del 15 de abril publicó el artículo titulado <Comercio fronterizo de Colombia y Venezuela suma US$70,5 millones>. De la mencionada cifra, 62,4 millones de dólares, corresponden a exportaciones colombianas, y apenas 8,1 millones de dólares, a Venezuela. Es decir, Colombia, nos supera en un 89 % en lo que a la Balanza Comercial se refiere, y eso que aún, Venezuela no ha regresado formalmente a la CAN.
Desde la creación del Acuerdo de Cartagena (hoy CAN), también conocido como el Pacto Andino, (1969), Venezuela mantuvo siempre una posición de liderazgo comercial en la subregión. Sin embargo, ese liderazgo pasó a un segundo plano después de su retiro en 2006; los restantes países que lo integran, que cuentan con menos recursos como es el caso de Perú, Colombia, Bolivia y Ecuador, hoy en día nos superan con creces. Sus niveles de crecimiento económico les ha permitido, inclusive, suscribir acuerdos de libre comercio con el Nafta, la UE y la China.
A pesar de la aprobación de la Ley Antibloqueo y la Ley de Zonas Económicas Especiales, la inversión extranjera productiva no parece haber mostrado mucho interés en el país. Las razones no están sujetas exclusivamente al bloqueo y las sanciones impuestas por los EE.UU y sus aliados. Las causas de esta apatía financiera, van aún más lejos, y podrían estar muy relacionadas con los recientes hechos de corrupción destapados por el gobierno nacional.
En un mundo globalizado, que según algunos expertos va hacia la desglobalización, cualquier inversionista honesto y sensato, requiere de garantías suficientes para invertir su capital. El denominador común para la inversión extranjera está centrado en tres aspectos fundamentales: bajos impuestos, mano de obra barata y calificada y seguridad jurídica. De acuerdo con estos principios, ningún inversionista extranjero en su sano juicio, pondría en riesgo su capital en empresas públicas como PDVSA, la CVG o la Corporación Socialista del Cemento, de las cuales salieron esposados muchos de sus directivos.
La crisis de la economía venezolana radica principalmente en un problema cultural, y es que todavía, la fantasía de la Venezuela saudita continúa en la mente de muchos. Si el sector público ha sido corrupto, ineficiente y falto de visión; el sector privado, no se queda atrás, el sector privado venezolano, no es nada más, que un simple parapeto.
El gobierno nacional después de las Elecciones Regionales de 2021, buscó a toda costa congraciarse con Fedecamaras, Consecomercio y Conindustria. Desde sus inicios, las mencionadas organizaciones <parasitarias> que han pasado de padres a hijos, no han hecho otra cosa que mendigar recursos al Estado venezolano para poder sobrevivir. ¿Cuál ha sido su aporte al desarrollo del país?
El empresariado colombiano, a diferencia del de Venezuela, ha logrado consolidar un elevado nivel de desarrollo, según algunos, con dinero del narcotráfico y la corrupción, lo cual no es descartable. Pero cosa contraria, ha sucedido con muchos corruptos <tarupidos> criollos, que prefirieron llevarse el dinero robado a los putrefactos bancos al servicio de la DEA, que operan en Suiza; y que decir, de los más osados, que eligieron depositarlo en los EE.UU.
El binomio gobierno y empresa privada está presente en todas las naciones que aspiran alcanzar un desarrollo sostenible. Para lo cual, deben de estar integradas las instituciones de ambos sectores.
Aquellos que todavía dudan, del por qué, de la supremacía comercial de Colombia, visiten la web de Procolombia; y luego, naveguen por las de Fedecamaras, la Avex, el Bancoex y Corpovex, y se convencerán de que aunque nuestros vecinos ya transitan por el sector económico cuaternario, nosotros aún, no salimos del extractivismo, todavía estamos a tiempo remediar la situación, antes de que nos lo impida el imperialismo que ya sabemos.
Hasta otras letras...